lunes, 14 de febrero de 2011

De la amistad... y el tiempo.

   Hoy mis palabras tienen poco alcance. Decía José Blanco Regueira que el lenguaje siempre queda en deuda con la realidad por más que se le intente nombrar y renombrar.

1. Hay una frase ya muy hecha -por no decir coloquial- en la que muchas personas justifican o nombran la presencia de la ausencia de amigos. "¿Amigos? con los dedos contados de la mano... y sobran dedos".
2. A muchas de las personas que han puesto su confianza en mi y que han entrado a la sencilla vivienda que tengo, les consta que cosas materiales como una casa, auto, cuentas en el banco, viajes, ropa de marca, etc; no los tengo. Y no me quejo, así he decidido vivir. De ahí que me atrevo a decir que los libros; los cómics; las películas y los videojuegos son mi riqueza material.
3. Meditando detenidamente los dos puntos anteriores puedo decir sin pretender parecer arrogante que soy millonario. Dedos no me sobran para contar a mis amigos. ¡Me faltan manos para nombrarlos! Ellos son mi auténtica riqueza. En esta breve clasificación puedo afirmar sin temor a equivocarme que también entra el amor que me acompaña y que ha decidido compartir su corazón y soledad conmigo. S. Marlen Gracias por tu soledad y amor.
4. Si obligo a mi razón nombrar a cada uno de mis amigos tal vez algunos se vean traicionados con la memoria que a veces caprichosamente es selectiva y se escape nombrarlos. Por justicia y respeto en este punto no haré mención de cada uno de ellos.
5. Sólo mencionaré a uno por la ternura de la infancia y la trascendencia de la misma: Waldo Solano Trujillo. Mi amigo desde el Kinder y la Primaria; la historia de ésta amistad se hilvanó desde los juegos infantiles hasta las travesuras en las que no avisó a su mamá que iría a mi casa. Eramos dos pequeños cachorros que sólo les importaba jugar. El devenir propio de la vida en sociedad nos llevó por distintos caminos y como consecuencia vivimos con la presencia de nuestra ausencia... sin los juegos; las travesuras y los cambios propios de la adolescencia. No se diga de la vida sentimental ni profesional. Perdimos esa oportunidad y cualquier medio de comunicación para compartir esas experiencias. De esa separación física ya hace más de 25 años. Fue gracias a las llamadas redes sociales que nos "encontramos". La separación física sigue presente pero el espíritu de esa amistad está tan viva como la vez que jugando en la primaria se cayó (o lo tiré) y se raspó en la cabeza. Las cicatrices que llevamos nos hacen recordar que el pasado fue real.
6. Sirva estas palabras para refrendar mi promesa de algún día volver a vernos... físicamente. Antes que el tiempo terminé por devorarnos y sólo seamos recuerdo de una infancia lejana.


viernes, 11 de febrero de 2011

Tres deseos



"La música me sacaba de tiempo".

El perseguidor

Julio Cortázar


1.
Recorro las páginas de los diarios y leo una palabras que me embargan. Cuando muere un ser querido o alguien a quien se le estima su partida deja un sentimiento de oquedad. No olvido la forma de tocar su piano y sobre todo aquella vez que cuando viví en EE.UU., una noche de otoño prendí la T.V. para saber quiénes eran los invitados al programa que codirigía Eugenio Toussaint. Vi que eran Las víctimas del Dr. Cerebro que interpretaron “Suena el esqueleto”. Aún recuerdo la sintonía de las guitarras, el bajo, la batería, la voz, y que Eugenio y su piano les hizo un acompañamiento que aun rememoro. En ese momento se subió con el rock, en otro tiempo música de cámara o música folklórica. Colocó su listón alto para tocar, como buen jazzista que sabe convivir con las variaciones del clima.
De su estirpe quedan pocos. Pienso en Art Tatum, Thelonious Monk, Bill Evans o Keith Jarret. Como si sus manos hubieran nacido junto con el teclado del piano. Como si fuera el acompañante ideal que baila con su musa. Ese ritmo que me lleva a otros paisajes al escuchar Terroir con Eugenio Toussaint Trío. Y que se desliza por mis oídos, como gato a media noche.
2.
Cuando estuve en Nueva York, una de las cosas que no podía dejar de visitar era la librería Strand. Sabía de ella por Augusto Monterroso, que en su Tríptico, menciona lo extensa que es y la suerte que tuvo de haber encontrado The life of Laurence Sterne. Un libro raro, pues solo editaron 250 ejemplares. También hice caso a su recomendación y le dediqué toda una mañana para agotar (como diría Borges) los anaqueles del lugar. Mientras hojeaba las páginas de algunos libros, llegué a la sección de música y de ahí a la de jazz. Cierto que cada libro (u objeto) tiene su historia. Así que compré el libro Three Wishes: An Intimate Look at Jazz Greats. Es un libro con fotos de jazzistas y de los tres deseos que pedían: Miles Davis, John Coltrane, Joe Henderson Bill Evans o Louis Armstrong . Salí de la tienda con ganas de entrar a la primer cafetería y sentarme a leerlo. Pensé que iba a encontrar verdaderas perlas en las palabras de los jazzmen que tanto he disfrutado, pero no. Sus deseos eran monetarios o de escalar socialmente.
Los deseos más invaluables y llenos de amistad, preocupación y nostalgia lo pedían esos músicos que no pudieron brillar como lo hicieron otros. Cito algunos. Biily James: “That Art Blakey should live forever.”; Kermit Scotty Scott: “I wish I could get on a good recording date.” ; Toshiko Akiyoshi: “I want to be a pianist who can play everything in my mind. If I had this wish, I think two and three…I know they will come.”; Jothan Callins: “I wish I had met Clifford Brown in person.”; Hyler Jones: “Make T. Monk proud of me in all ways. That´s it ! That´s all!”; Bob Cransahw: “That Barry Harris would go to Chicago with us for two weeks!”

Deseos simples y que intentan conectar con el otro y alcanzar sus espiritualidad. Estos jazzmen que vivían al día, se encontraron así mismos desde la escasez. Pero queda para la posteridad el cuento El perseguidor de Julio Cortázar. No es solo un homenaje a Charly Parker, sino a todos esos jazzistas que eran artistas sin saberlo y que andaban de club en club por todo EE.UU., sobreviviendo para ganar algunos dólares y lo que quedaba en sus bolsillos era para pagar sus bills. Jazz, humo y whisky en primer plano: lo demás es silencio (dixit Monterroso) .

 
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