sábado, 30 de octubre de 2010

Todos Los Santos y el olvido




1.
Desde Henry James con Otra vuelta de tuerca (The turn of the screw), Pedro Páramo de Juan Rulfo o los ensayos reunidos en el libro Campo Santo de W. G. Sebald, no son narraciones o reflexiones del género fantástico, sino la memoria a los muertos, a quienes han pasado por este mundo.
Cuando escojo al azar alguna página de Pedro Páramo su lenguaje me atrapa, porque muestra ese registro lingüístico de diferentes regiones de México y que a la vez se muestra universal. En éste novela, a medida que uno avanza por ella, se da cuenta por la galería de espectros que retrata para la posteridad. Diría alguien, por los olvidados. Uno relee lo que causa placer y medida que se sumerge en el texto se da cuenta que cada personaje que transita en la novela es como si lo hubiera escuchado en Jalisco, Oaxaca o Guanajuato. Me doy cuenta que los personajes han vivido.
2.
La visión que se tiene sobre México cuando se conmemora el Día de Muertos es de un pueblo ritual. Aunque el ritual no lo continúen sus habitantes, llegan otras costumbres y generaciones de personas que buscan lo efímero. No hace falta mencionarlo. Pareciera que he vivido otras décadas cuando el culto a los difuntos se hacía con la tradición desde los tiempos de la noche. Incluso las canciones de Andrés Henestrosa o Demetrio López llevan consigo las leyendas de éste país, con todo y sus almas en pena.

En mi diario, leo las líneas que le dedico a todos los mercados que he visitado. Mi afición por ellos; desde la Boquería, el mercat de Barcelona, hasta los que conforman en otros países de Europa, en la periferia de sus ciudades. Incluso ese Tianguis que se coloca el día domingo en Chicago y que se conoce como La Garra, donde pareciera que uno se encuentra en México. Pero son algunos mercados de éste último país en donde me sorprende los olores, colores y sabores. Y en ésta época, la variedad y el ingenio de quien hace las calaveras y todo lo relacionado con el Día de Muertos.
Recuerdo los colores en cómo se visten los pueblos de Michoacán, Jalisco, Guanajuato y Oaxaca. El colorido del Cempaxúchitl, el olor a cera, la variedad de los diferentes platillos que se preparan en ese momento. En donde el sabor y la diversidad de su gastronomía perduran en los mercados. Es de un gran reconocimiento que ésta tradición haya soportado las tiranías de los siglos y que continúe, en menor medida, en la primera década del siglo XXI.

Busco en los recuerdos y veo que no existe otro país con una ofrenda como la que se coloca para el Primero y Segundo de noviembre. Para el culto: el recuerdo y el respeto por los difuntos. Sebald dijo que, “al dejar un presente sin memoria y ante un futuro que no podrá concebir ya la razón nadie, abandonaremos la vida por fin sin sentir la necesidad de permanecer al menos algún tiempo o de poder volver ocasionalmente”.
Lejos de toda melancolía por el costumbrismo, a donde quiera que vaya, ese recuerdo y respeto para los difuntos perdurará en mí, aunque: “los muertos sigan estando a nuestro alrededor, pero a veces creo que quizá desaparezcan pronto”.

lunes, 11 de octubre de 2010

Historia de un concierto




"Todo encuentro casual es una cita"

Jorge Luis Borges


1.
Se ha mencionado mucho acerca del legendario concierto de Keith Jarret en la ciudad de Colonia y que lleva como título Köln Konzert. Es un concierto que no solamente cambió la historia de la disquera que lo produjo, ECM, sino una forma de interpretar el jazz de manera distinta, aunque los puristas digan lo contrario. Lo empecé a escuchar durante mi estadía en EE. UU. y con mayor constancia a mi regreso a México. Siempre me ha dado fuerza solo de escucharlo. Encuentro la variación e improvisación que tiene como elemento principal el jazz. Cada vez que escucho el concierto es distinto.Es mi compañero de mis viajes.

2.
Durante mi etapa universitaria fueron poco los esfuerzos que tuve al estudiar el idioma alemán. Me enfrascaba más en los libros de Borges y Cortázar. Así que clausuré el aprendizaje con el alemán. Sin saberlo aún, en el transcurso de mi vida conocería a Rilke, Celan, Kafka, Broch, Musil, Walser, Sebald, Benjamin, Jünger... Todos ellos edificaron su obra en lengua alemana. Con el tiempo, esa necesidad que le nace a uno por saber qué dice el texto original me llevaría a estudiar nuevamente el idioma. Pero ahora de manera solitaria, sin profesor e imponiendo una rutina y constancia en ello. Dice Fabio Morábito al respecto: “no hay mejor modo de abordar el alemán que como una adicción…Esas largas listas, más odiadas que amadas, eran el cilicio que daba a mi aprendizaje un toque espiritual, casi heroico. Yo no las repasaba, las rezaba”. Cierto que existen personas que logran hablar más fácil el idioma que otras. De ahí que Borges mencionara la elección de éste idioma, aunque se perdiera “en la selva de las declinaciones”.

Dice el cineasta Jean Luc Godard que somos esclavos del azar y en una ocasión conocí a una persona en el Aeropuerto José Martí, en La Habana. Intercambiamos mínimas palabras, además de nuestro correo electrónico. No sabía que esa persona hablara español. Con el tiempo supe que vivía en Alemania, en la ciudad de Colonia. Las visitas fueron de ida y vuelta entre nuestros respectivos países. Mis viajes a Europa tenían como punto de llegada su aeropuerto o estación de trenes. Leía a la ciudad, mientras caminaba. La primera vez que estuve ahí me detuve algunos minutos al ver su catedral, en un invierno en el que estábamos a -15° centígrados, mientras las palabras me abandonaban en ese momento. El gusto por ese lugar fue acrecentándose y la ciudad se me aparecía en las imágenes, en autores que descubrí y que vivieron ahí; pero siempre aparece el nombre de Köln: es como si la ciudad no quisiera que la olvidara. Por poner un ejemplo, está en ese libro que descifra pasado, presente y futuro , y que se titula 2666 de Roberto Bolaño. Al igual, hace un par de meses mi amiga Érica, que reside en Barcelona, me envió una imagen de la fotógrafa Dorothea Lange y que se muestra en el Ludwig Museum, en Colonia. Y especialmente en un libro que me regaló mi padre que se traduciría al español como Alemania en imágenes. La portada del libro aparece el puente que une al Centro de Colonia (Altstad) con la periferia, y que fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial; pero aún era muy niño para saberlo.

La gente que he conocido en Colonia ha sido de lo más cordial. Con el tiempo tuve la oportunidad de trabajar por dos semanas en esa ciudad. Todo comenzó con el intento de estudiar el idioma y terminé éste verano por trabajar allá. En julio los universitarios muestran su agrado por sus breves semanas de calor. Hacen reuniones al aire libre y en los bares por la noche se cobra una segunda existencia. A la gente se le ve alegre cuando el verano llega e irritable al finalizar el extenso invierno. Me gusta salir por la tarde y noche siempre a sus bares o cafeterías. Subirme al tren y descubrir la puntualidad a la hora que se llega a cada estación. Caminar en el invierno en la ciudad me produce un placer único, a orillas del río Rin, mientras el aire golpea mi rostro, elijo un lugar, de los diversos que existen, para tomar un espresso. Escucho los diferentes idiomas de las personas y anoto en mi libreta las ideas o historias: en ese momento la imaginación está al límite.

Todo esto lo escribo mientras escucho Köln Konzert y los aplausos infinitos me sacuden de éste viaje mental y me pongo de pie para aplaudir.

lunes, 4 de octubre de 2010

Carta sin hojas para una mujer (reposteo)


Carta sin hojas para una mujer   (De un escrito de hace cinco años)

Esto de mirarte por horas y no tocarte no me está gustando. Este limbo frío y solitario en el que permanezco está acabando conmigo poco a poco y no sé que hacer. Estar en esta dimensión es peor que permanecer en una cárcel. Me siento como una nube encerrada en un mundo sin rejas, donde el ambiente es más liviano que el aire, pero que me provoca una angustia de piedras.
Soy un soplo helado cerca de ti, y aunque esté tan cerca y puedo ver tus hermosos ojos brillar, no consigo encontrar el calor de tu cuerpo. Pensándolo bien, concluyo que no estoy en el paraíso. -En el paraíso estuve sin saberlo-, cuando en tus pechos cálidos encontraba tu aroma azul, ese olor que se iba directo a mi alma pasando por los instintos más animales que poseía. Ahí, en tus senos, es en donde quisiera estar. Y no aquí. Tan cerca pero tan lejos como dicen algunos...
El estar aquí y que no me mires me parte el alma y experimento la sensación real de que no circule ahora sangre por mis venas, como cuando llegué mojándome a las 3 de la mañana a que me dieras el tiro de gracia.
La sonrisa que le regalas a otras personas aumenta la sensación de vacío en el vientre que en realidad no tengo, y produce los mismos celos elementales que sentía antes, porque no soportaba, en silencio, que alguien me “robara” la facultad de hacerte feliz... necedad por la cual, estúpidamente, lamenté alguna vez no ser Superman y tal vez no tener alas.
Quiero que de nuevo me hables, me escribas al celular, que me beses... Cuando me tocó estar separado de ti, en el cuarto, en la ciudad o cerca de la muerte pensaba que era lo peor. Ahora sé que es peor verte y que no me prestes atención;  ahora no puedo hacer nada, la impotencia también es mi enemiga en este momento.
Quiero abrazarte, tenerte, y decirte lo mucho que te amo. Al tiempo que pienso que me siento satisfecho porque cuando pude te lo dije... te lo dije muchas veces y hasta el día de hoy pienso que creíste en mí. También me demostraste que me amabas, y para mi felicidad pienso que de hecho fuiste mía y yo tuyo, y que nos amamos sin reserva hasta donde se pudo.
Hice lo correcto, tú eres el amor de vida y eso no va a cambiar, será así... Lástima que en el momento no te lo pueda transmitir, me lo impide esta realidad, porque no me escuchas, no te puedo besar y tu tampoco. Siento como si estuvieras ciega, y por si fuera poco el frío me está matando nuevamente. Siento mucho frío, y el frío me deprime. Aunque tus modos ajenos a mí me duelen más.
A veces lloro en silencio y derramo las lágrimas que no tengo, porque ahora todo es tan diferente que ni me puedo desahogar llorando. Pero eso sí, sigo aquí detrás de ti buscándote, a donde vayas ahí estaré, buscando el mejor ángulo para verte sin advertirme. Te acompañaré aunque lleguen los días en que ya no sea nada para ti. Te seguiré amando pese a seguir siendo, quién sabe por cuanto tiempo más, el mismo pensamiento errante en el que el azar me convirtió el día en que me morí.

El día que me mataron no tenía la menor idea de que esto me pasaría, lo cual, vengo a saber ahora, es algo común entre las personas que hemos tenido la misma suerte.
La historia la sabes casi toda:
Salí muy temprano a la imprenta para ver lo de una publicación especial para ti: tu libro, tu novela. En el camino fui víctima del absurdo azar. Personas que se enfrentan y dicen pelear por personas como nosotros, resultaron matándome. ¿Quiénes fueron? Todos saben pero no lo saben.
Al doblar la esquina de la casa, un fuerte golpe en la boca del estomago, me quito el aire y fui a parar dentro de un camioneta. No era el único. Yo era la compañía de otros tres golpeados y atados de manos. Por sus rostros sudaban a miedo y muerte.
El camino no lo recuerdo, ya que el tiempo se convirtió en verdugo y mi sentido de orientación perdió su funcionalidad. Uno supone que la oscuridad se acerca. Hombres completamente vestidos de negro y apuntándonos con armas cortas nos gritaban que bajáramos la vista.
Cuando pisamos tierra, me pusieron un pañuelo con el que vendaron mi cara, esa fue la última vez que ví con vida algo, pero antes sequé mi sudor. Estaba helado. Se apoderó de mi un frío de terror, desde ese momento sentí mucho miedo, pero no tanto como el que me esperaba y siento ahora. Comencé a sudar y contrario a los demás que reventaron en lloriqueos, estuve atónito, mudo, con el estomago muerto. El terror no me había hecho entender que estaba en muy serios problemas.
El “comandante” llegó minutos después, escoltado por varias camionetas que irrumpieron en el lugar con un ronroneo abrasador. Nos hicieron comparecer uno por uno ante él. Yo fui el primero. Me preguntaron pormenores de las demás personas, y le expliqué que no sabía nada de ellas; pero el “comandante” después de advertirme que no tratara de salvar a mi “amigo” y que no ocultara nada de lo que supuestamente sabía de los otros, notificó mi destino en el tono más grave, aterrador y cruel que recuerdo haber escuchado en vida.
—Están en problemas y los vamos a chingar.
El miedo de esas palabras me hizo creer que me estaba mirando fijamente, creencia que segundos después afirme por estos gritos:
—Además esto es consecuencia de los escritos que haz publicado en ese periodiquillo. ¡Mira que criticar a tu propio gobierno! El problema no es que la gente te lea... ¡¡¡Casi nadie lee!!!. Sino el eco que se empieza a hacer y que cuestiona a la poca gente que piensa. Así comienzan algunas revoluciones, lo malo para el que las genera, es que no ve ni goza en vida de esos resultados.
Su disposición para matarnos salió como una neblina de alcantarilla que penetró en mi ser hasta la fibra más profunda de mis pensamientos. Una gota de sudor helado salió de mi frente y rodó hasta donde pudo por mi cuerpo, tuve que apretar en no sé que parte para no orinarme, y reventé en un llanto suave, apretándome los dientes hasta que me sentaron de nuevo en la parte trasera de una camioneta.
Y ahí, hecho un manojo de miedo, indefenso y amarrado con la mente puesta en mi muerte, tus recuerdos llegaron como ráfagas, como flachazos de un fotógrafo desconocido. Es indescriptible la angustia y lo que diga sobre mi amor por ti y lo que sentía en ese momento es insuficiente, además de desnudar mi incapacidad de describir con palabras sentimientos tan fuertes, tan vivos y únicos.
Lo que vino después fue el proceso de calmarnos. Nos dijeron que fue una equivocación y que regresaríamos a nuestras casas sin problemas. Aunque nos mantenían vendados, según ellos para que no los reconociéramos y evitar futuros problemas. En el viaje de regreso decían que no podíamos decir nada de lo que había pasado, que nada de denuncias, que nos mantuviéramos al margen de cualquier acción contraria a ellos, que olvidáramos lo que pasó y que el que hablara se atenía a las consecuencias...

En esas estaban, cuando sentí el disparo.
Debí ser el primero porque no recuerdo haber escuchado más.
Entró en mi cabeza y sentí un fino hilo de calor en la abertura que produjo, precedido por un tremendo ruido seco dentro de mi cabeza que supongo ha de ver sido cuando la bala rompió el hueso de mi cráneo. Debo decir, que después, lentamente mi conciencia se fue enfriando al compás de las imágenes de mi vida... en las que nunca faltaste Mujer. De esta manera entré a este mundo frío en el que estoy.
Yo no sé que más va a pasar. Aquí la gente es amable y estamos más cerca de ustedes los vivos de lo que se imaginan, más cerca de lo que uno mismo se imaginó cuando era uno de ustedes. Aquí esta tu abuela Cucha, y un pequeño Angel con cara de niña que carga en sus brazos y pregunta por ti. No sé bien, pero aquí estamos todos como esperando algo, no sé qué exactamente, pero tengo miedo -que puedo soportar gracias a este angelito-, porque no se qué más pueda pasar. El hecho en sí de verte y no tenerte hace que me siga muriendo aún después de muerto. No se en que cosas de la razón me equivoqué, y eso hace más vivida mi real muerte. A veces me da risa, que te da frío o escalofríos cuando me acerco, como en las películas.
Para "salirte", tengo que hacer un curso intensivo de dos meses y ya me inscribí. Tengo ganas de hablarte y contarte un poco de cosas que nos preguntábamos cuando estaba allá, porque aquí a uno le resuelven las dudas, esa es una de las pocas cosas que me gustan de estar aquí... Quiero decirte, por ejemplo, que la respuesta a si alguien sentía el amor como nosotros es NO. La gente se quiere bastante, pero no en la forma en que nosotros nos amamos. Aunque ya me dijeron que en el curso le indican a uno que no compartamos este tipo de informaciones. Sin embargo yo no creo que vaya a cumplir con eso.
Voy a terminar ese curso porque te quiero decir lo que pienso... que me compraré un cometa y tal vez así te extrañe menos; que construiré un cielo para cuando vengas acá y que te extraño con todas las fuerzas de mi alma, incluso después de muerto.

PD: Es más fácil y trascendente llorar con las hojas de un libro, que con un disco duro.

domingo, 3 de octubre de 2010

Citas que me acompañan

"Sabemos todo, nos han dado toda la información, pero no nos han explicado nada. No puede explicarse. Creo que ésta es la única razón para dedicarse al arte, mostrar el absoluto misterio de las cosas".
John Banville

 
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